domingo, 11 de noviembre de 2012

Huérfana

Así es como me siento hoy: huérfana. En el más profundo y amplio sentido de la palabra.
Huérfana por perder a mi madre y huérfana por perder a mi padre con ella; a un padre que jamás ejerció y apenas figuró en mi vida, pero que estaba ahí, al menos como el marido de mi madre o como el que compartía su casa, no sé. El caso es que sólo teníamos un vínculo, mi madre, y desaparecida ella... queda apenas el abuelo de mi hijo, que para lo que lo ve...
Me siento huérfana de Pontevedra, que al perder a mi madre también la he perdido un poco. No voy tanto como antes, no ya como cuando mi madre estaba enferma, que era todas las semanas, sino como "antes". Últimamente piso Pontevedra una vez al mes y para eso.... qué duro se me hace. El fin de semana que decido ir, porque yo quiero, porque lo necesito, es como si buscase hasta última hora que surja algo que me haga anularlo. Debo ser como esos condenados a muerte que esperan hasta el último segundo la carta del gobernador con el indulto. Y si el indulto no llega.... allá nos vamos, con una mala leche y una tensión que hacen que me pase el viaje preguntándome a qué voy. ¿A qué voy? ¿A qué voy?
Cuando llego, la casa se me cae encima, me come, esa casa que sin mi madre carece de sentido y de vida. Y después mi padre, tan ajeno a todo esto que nos está pasando a mis hermanas y a mí, tan en su vida, tan liberado... ¿liberado de qué si siempre hizo lo que le dio la gana? nunca respetó los deseos de mi madre a la hora de salir y entrar, nunca renunció a nada por ella, ni al final... ¿liberado de qué? qué asco.
Pero en algún momento me encuentro con mi hermana y su familia, comemos, paseamos y siempre nos reimos, cómo no, de no hacerlo no seríamos nosotras. Y me siento parte de algo y de alguien en medio de esta "orfandad" y adivino en ella tanto dolor y tanta pérdida como yo tengo y será por el "mal de muchos", por la empatía o por lo que nos queremos, pero estar con ella me recuerda a qué voy yo a Pontevedra, a no perder a nadie ni nada más, a aferrarme a lo que sí tengo y a recordarme a mí misma algo que nunca olvido pero que a veces me cuesta recordar, que las personas a las que se quiere y se recuerda tanto nunca mueren. Y que mi madre no sólo vive en nuestros recuerdos, que son muchos y muy buenos, vive en nosotras mismas y en nuestros hijos, somos parte de ella.