jueves, 29 de agosto de 2013

Un año después

Echo de menos a mi madre. 
La echo tanto de menos que nunca lo digo, porque me echaría a llorar.
El dolor agudo de los primeros días, la angustia, han dado paso a otro sentimiento menos profundo pero que lo impregna todo. Es como una tristeza alargada, una pena difusa pero continua, una sombra que sólo tiene un nombre: AUSENCIA.
Ha pasado ya un año desde su muerte, quién lo diría y, una vez más, compruebo con amargura cuántas cosas desaparecen o se desmoronan cuando muere una persona tan importante, como si su sola desaparición no fuese suficiente. 
Ya me pasó cuando murió mi hermano. Algunas personas más o menos cercanas desaparecieron de inmediato, las menos importantes, otras se fueron disipando con los meses y los años pero las peores puñaladas y decepciones ocurrieron con los años.
Con mi madre todo se ha desmoronado muy rápidamente. Normalmente no me gusta hablar de esta parte tan "negra" pero es que está siendo tan demoledor e inexplicable lo que está pasando que no puedo avanzar sin "masticarlo" un poco. 
El mismo día del funeral de mi madre, cuando leí lo que para mí era un homenaje sentido y merecido (Mi homenaje) y que todos los que me escucharon acogieron con verdadero cariño, mi padre dejó de hablarme. Creo que sobran más comentarios.
A partir de ahí y en los días que restaron de ese mes de agosto de 2012, mis hermanas y yo hicimos una piña, más fuerte que la unión que ya teníamos y sobrevivimos gracias a permanecer unidas y conviviendo a diario. Pero agosto acabó y tuvimos que volver a la vida real. Tuvimos que enfrentarnos a nuestro dolor y nuestra pérdida cada una por separado y compaginándola como buenamente pudimos con nuestra vida diaria y con la marcha diaria de cada una de nuestras familias.
Y yo segui volviendo a Pontevedra, a la casa de mi madre, desde que acabó agosto hasta Navidad regresé en numerosos fines de semana. Pero en casa de mi madre todo me empujaba a que me fuese, el vacío inmenso de no encontrarla a ella en cada visita, la suciedad y el desorden de sus "habitantes" pero, sobre todo, el desprecio absoluto que sentí en cada una de mis visitas. Tonta de mí, pensé que para un viejo solo y su nieto (al que siempre cuidé como a un hermano pequeño) mi llegada sería como un soplo de aire fresco, una ocasión de sacarlos de sus propias rutinas, tristezas y añoranzas. Nada más lejos de mi pensamiento. No me lo quería creer pero con el tiempo sólo pude confirmar que mi padre y mi sobrino estaban encantados o encantadísimos tanto con la ausencia de mi madre como con su convivencia mutua que básicamente consistía en hacer lo que quisiese cada uno sin molestar ni preguntar al otro. Me parece aun ahora tan fuerte que me da hasta vergüenza escribirlo. (Huérfana)
Yo veía a mi hermana fuera de la casa de mi madre y por eso sobreviví y por eso seguí volviendo, pero lo cierto es que cada visita a Pontevedra me dejaba hundida.
Y llegó la Navidad. Y de nuevo las tres nos juntamos y así conseguimos no sólo superar una fecha tan amarga sin mi madre, sino pasarlo realmente bien y estar de nuevo a gusto. Por que no hay nada mejor que sentirse querida de verdad, tan simple como eso.(Prueba superada)
Pero precisamente por lo bien que me fue en Navidad, decidí no volver a casa de mi madre hasta que estuviésemos las tres juntas de nuevo y así me alejé más y más de Pontevedra. Volví en Semana Santa y en verano, como mi hermana, que vive en Madrid y no tiene otro remedio, pero viviendo tan cerquita como Coruña. Y pensé en alternativas para volver a Pontevedra sin tener que dormir en casa de mi madre, pero no fui capaz de llevarlas a cabo....
Y resulta que desde mayo de este año me vi agobiada por el trabajo y con una disculpa "buena" para no volver pero tanto agobio de trabajo me llevó muy rápido al verano, y a encontrarme casi de golpe en el aniversario de la muerte de mi madre. Y ni todo el trabajo del mundo me ha impedido acordarme de aquellos últimos y terribles días de mi madre, de su declive, de mis hermanas y sus cuidados, de los montones de conversaciones cruzadas sobre la situación y cómo hacer lo mejor para ella.... conversaciones en las que nunca intervino mi padre, como si la muerte inminente de mi madre no fuese con él. Bueno y de hecho no lo fue. Cuando murió él no estaba, estaba de bares. Fuimos las tres a organizarlo todo y ni lo llamamos; entonces no usaba móvil como ahora.
Prefiero no pensar en todo lo que mi padre no hacía cuando ella estaba y ahora sí; resulta tristísimo pensar en la vida que le dio a ella y en la que él se pega ahora...
Y el caso es ese, que vuelvo a casa un año después con esa sensación de que el tiempo no ha pasado y a la vez la otra sensación de que hace mucho que no veo a mi madre. Y de nuevo es la presencia de mis hermanas y sus familias lo que "me salva", lo que me hace recordar todo lo que no he perdido ni perderé y todo lo bueno que tengo, que es mucho y cada vez más, porque, si todo va bien, en noviembre tendré una niña. Y aunque ninguna somos de cementerios y cosas de esas, nos acercamos a regalarle unas rosas a mi madre por su santo y aunque la visita me encoje el corazón, no sé cómo ni con qué tipo de resortes, acabamos riendo las tres en el cementerio, COMO SIEMPRE.
Ahora el futuro es sumamente incierto. Mi padre ha hecho cientos de cosas durante este año para apartarnos de su vida pero lo más sangrante es que está "moviendo ficha" para ver si consigue que ni mis hermanas ni yo ni sus nietos volvamos a casa de mi madre. Y la casa está llena de cosas nuestras, camas, muebles, ropas, etc que compramos nosotras, pero sobre todo de recuerdos que no queremos que nos pisen otras gentes que puedan ocuparla.
Y aunque eso es grave, lo peor, lo que me reconcome la cabeza es QUE NO LO ENTIENDO. Mi padre nos ha ignorado desde el mismo momento de nuestro nacimiento pero lo que descubro sobrecogida es que nos odia. Y tiene unos aliados perfectos que nos odian tanto o más que él, que son mis tíos y que viven el piso de debajo del de mis padres. Y NO LO ENTIENDO. No entiendo el odio, ni este, ni ninguno. Puedo entender un sentimiento de ira puntual, una animadversión por alguien, pero no entiendo este odio de malo de película, ese continuo buscar tretas o estratagemas por machacar al otro. A mí si me cae mal alguien o no me gusta me aparto y deseo perder a esa persona de vista, pero no puedo entender el perder mi tiempo y mi energía en machacarlo ¿por qué?
La vida es muy corta. Los momentos que pasas con la gente a la que quieres son finitos. Yo tengo clarísimo que no voy a gastar ni un minuto en "planear" chorradas para hundir a otro, prefiero invertir en positivo, de verdad. Y es que las cosas malas ya vienen solas y el odio consume al que lo siente y se vuelve contra él, no tengo la menor duda, asi que yo, el tiempo que tengo, lo quiero invertir en vivir, en disfrutar de mi familia y de los amigos de verdad, en ver crecer a mis niños y disfrutar de cada momento, en quererlos mucho y que mi familia me de tanta alegría que me ayude a sobrellevar toda esa parte "oscura" que ni comparto ni entiendo.
No sé qué pasará mañana así que no sé qué pasará de aquí a Navidad. Sólo sé que mi madre nos dio herramientas suficientes para enfrentarnos a todo y que mientras tenga a mis hermanas a mi lado podré con ello. También sé que nada dura para siempre, ni lo bueno (por desgracia) ni lo malo (por suerte). Puede que perdamos algo, o mucho, o todo, pero el recuerdo imborrable de mi madre nos da fuerza no sólo para seguir adelante sino para construir un futuro que algún día será mejor. Y sé que hace un año, cuando ella murió, no podría ni soñar con lo que estoy viviendo ahora, tener la inmensa felicidad de tener otro hijo. Así que por mucho que nos apaleen.... "seguimos jugando".

No hay comentarios:

Publicar un comentario